Claudio Antonio: Alejandro Otero y el éxito de sus Coloritmos

Claudio Antonio: Alejandro Otero y el éxito de sus Coloritmos

Alejandro Otero Rodríguez nació en el Manteco, estado Bolívar, Venezuela, el 7 de marzo de 1921, y falleció en Caracas, Venezuela, el 13 de agosto de 1990. Fue un pintor y escultor, quien junto a Jesús Soto y Carlos Cruz-Diez, es considerado uno de los artistas cinéticos más importantes de Venezuela.

Entre 1955 y 1960 trabajó en la etapa de los Coloritmos, tablones verticales pintados al duco. Otero trabajó esta serie con pintura industrial aplicada con compresor y plantillas sobre láminas de formica alejándose de esta manera de las calidades pictóricas para insistir en las puramente compositivas.

En el año 1956 el Museo de Arte Moderno de New York adquiere el Coloritmo N.º 1, a su vez, Otero es incluido en la representación venezolana a la XXXVIII Bienal de Venecia con 5 obras. Desde ahí, sus Coloritmos tendrán repercusión latinoamericana y le permitirán hacerse con el reconocimiento en lugares como  Barranquilla, en 1957,  y Sao Paulo, en 1959.

Durante el 57, el escultor sostuvo una fuerte polémica con el escritor Miguel Otero Silva defendiendo el abstraccionismo y la modernidad, que se originó el desacuerdo de los criterios manejados en la entrega de premios del XVIII Salón Oficial Anual de Arte Venezolano

Claudio Antonio: Alejandro Otero y el éxito de sus Coloritmos

Hasta ese momento Alejandro Otero había publicado artículos combativos que habían despertado polémicas, como la que sostuvo con Mario Briceño Iragorry en 1952, pero en esta ocasión, Otero Silva y él usaron las páginas de los principales diarios en Caracas como lo eran El Nacional y El Universal, para revelar que a los abstraccionistas se les reprochaba una tendencia cuyo “signo es la evasión” y el “frío invernadero de una fórmula repetida”.

Otero también incursionó el mundo del teatro, donde realizó la escenografía para “El Dios Invisible”, del reconocido Arturo Uslar Pietri, experiencia que repetirá con las escenografías de “Calígula”, de Albert Camus, “Fuenteovejuna” de Lope de Vega, en esta última el artista no dudó en crear un escenario de estructuras puras en contraste con los vestuarios de época.

Recibió el Premio Nacional de Pintura en el XIX Salón Oficial Anual de Arte Venezolano con su Coloritmo N° 35, en el año 1958. Participó, ese mismo año, en la reformulación conceptual de la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas que, a partir de ese momento, se llamó Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas, institución en la que reinició actividades docentes. Se desempeñó como Coordinador del Museo de Bellas Artes entre 1959 y 1960.

Claudio Antonio: Alejandro Otero y el éxito de sus Coloritmos

Participó en 1959 en la V Bienal de Sao Paulo donde su serie de los Coloritmos queda consagrada. A finales de 1960 viaja nuevamente a París, donde permaneció hasta 1964. En este período su obra sufrió profundos cambios al abandonar el riguroso y colorido abstraccionismo geométrico de los Coloritmos en la serie Telas Blancas, desarrollada a partir de 1960 siguiendo los postulados de la monocromía.

En estas obras, el color prácticamente desaparece. Lo único que subsiste es la aproximación a la forma plástica en superficies monocromáticas de naturaleza informalista y factura pastosa.

Claudio Antonio: Conoce los inicios del pintor y escultor Alejandro Otero

Claudio Antonio: Conoce los inicios del pintor y escultor Alejandro Otero

Alejandro Otero Rodríguez fue un pintor y escultor venezolano que logró reconocimiento en el ámbito internacional, pues no solo pudo dejar un gran legado en el mundo del arte, sino que supo posicionar y enaltecer el nombre de su país. Es, junto a Jesús Soto y Carlos Cruz-Diez, uno de los artistas cinéticos más importantes de Venezuela.

Una de las técnicas desarrolladas por Otero fue los Coloritmos que marcaron un hito en el devenir del arte moderno latinoamericano del siglo XX. A lo largo de su vida, el autor describió y comentó estos vistosos tablones en entrevistas y libros de arte.

Sin embargo, más allá de esas declaraciones, que luego de la muerte de Otero fueron replicadas en otras publicaciones, era insuficiente lo que se sabía acerca de estas pinturas, pues en realidad, hasta ahora no se contaba con un documento que aclarara las dudas e interpretaciones surgidas entre especialistascoleccionistas público en general acerca del origen, desarrollo y destino de las obras que conforman esta serie.

Claudio Antonio: Conoce los inicios del pintor y escultor Alejandro Otero

Otero trabajó esta serie con pintura industrial aplicada con compresor y plantillas sobre láminas de formica alejándose de esta manera de las calidades pictóricas para insistir en las puramente compositivas. 

En 1956 el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiere el primer Coloritmo y es incluido en la representación venezolana a la XXXVIII Bienal de Venecia con 5 obras. Los Coloritmos tendrán repercusión latinoamericana y le merecerán a Otero reconocimientos en Barranquilla (1957) y Sao Paulo (1959).

En 1958 obtuvo el Premio Nacional de Pintura en el XIX Salón Oficial Anual de Arte Venezolano con su Coloritmo N° 35. En ese instante la pintura abstracta, la pintura no objetiva, quedó no solamente reconocida oficialmente, lo cual ya había tenido lugar al participar en salones anteriores, sino que resultaba premiada como expresión de una de las principales corrientes de nuestro lenguaje plástico. 

Este hecho hubo de revolucionar el concepto estético del mensaje pictórico, dentro del pronunciamiento genérico de las diferentes tendencias que venían realizándose desde años atrás en Venezuela.

Claudio Antonio: Conoce los inicios del pintor y escultor Alejandro Otero

Otero participó en 1959 en la V Bienal de Sao Paulo donde su serie de los Coloritmos queda consagrada. A finales de 1960 viajó nuevamente a París, donde permaneció hasta 1964. En este período su obra sufrió profundos cambios al abandonar el riguroso y colorido abstraccionismo geométrico de los Coloritmos en la serie Telas Blancas, desarrollada a partir de 1960 siguiendo los postulados de la monocromía.

En estas obras, el color prácticamente desaparece. Lo único que subsiste es la aproximación a la forma plástica en superficies monocromáticas de naturaleza formalista y factura pastosa.