Claudio Antonio: Jesús Soto, la historia de sus inicios

Jesús Rafael García Soto fue un artista venezolano, quien es reconocido como uno de los máximos exponentes del arte cinético gracias a su constante búsqueda del movimiento en las obras que realizaba, lo que le llevó a desafiar las posibilidades perspectivas del ojo humano.

Nacido en Ciudad Bolívar el 5 de junio de 1923, su padre era músico de profesión y su madre ama de casa. Su familia era numerosa, pues en su casa vivían sus padres, cuatro hermanos pequeños, la abuela y algunas tías de su madre.

Su talento comenzaba a sobresalir desde pequeño, a sus 5 años de edad empieza a dibujar y sus primeros colores se los consiguió su abuela en la casa de una familia adinerada; al ser su familia muy pobre no tenían dinero para comprarlos y solo se conseguían en la capital. En el año 1929 comenzó sus estudios de la primaria, convirtiéndose en uno de los alumnos del reconocido poeta Luis García Morales.

En 1934 su madre lo inscribe en el instituto “El Colegión” ubicado cerca de la Casa del Congreso, allí cursa primer grado como un alumno de buenas notas, pero termina suspendiendo los exámenes de fin de año debido a las matemáticas. Para abril de 1935 decide regresar a Ciudad Bolívar donde logra obtener por un examen su título de graduado con altas calificaciones sin haber aprobado primer año y sin cursar el segundo.

Con el pasar de los años, obtiene una beca otorgada por el estado Bolívar para estudiar en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas en 1942, a la que ingresa en septiembre de ese año y donde sigue los cursos de arte puro y los de historia del arte.

Soto se convierte en discípulo de Antonio Edmundo Monsanto, quien obtuvo revistas y libros extranjeros para la escuela, así como reproducciones y grabados de arte moderno, que fueron la principal fuente de información de los estudiantes.

Entre sus compañeros conoce a Carlos Cruz DiezAlejandro Otero y a Pascual Navarro. En esta primera época, su pintura estuvo influenciada por Paul Cézanne, a quien estudia a partir de reproducciones. Sus paisajes y naturalezas muertas muestran su inclinación hacia el cubismo, interesándose por lo constructivo y apreciando el paisaje venezolano en grandes planos.

Ésta es una de las obras más emblemáticas del artista venezolano: La Esfera de Soto, ubicada en la autopista Francisco Fajardo en Caracas

En 1943 su tío fallece y es avisado para que fuera a ocuparse de su familia que se ve obligada a vender la hacienda. Su profesor Antonio Edmundo Montsanto escribe una carta donde considera que sería “muy lamentable que un muchacho, apenas comenzando sus estudios, tenga que abandonarlos”. Finalmente la esposa de su tío se encarga de los hermanos y gracias a ello, Soto regresa a Caracas al mes siguiente.

Soto tuvo una vida en la que desarrolló su pasión por el arte logrando cautivar el mundo y conseguir el reconocimiento internacional. Murió el 5 de enero de 2005 en París, dejando un gran legado.

Conoce qué revelan las primeras obras pictóricas de Alejandro Otero

Alejandro Otero nació en El Manteco, estado Bolívar, en 1921 y murió en Caracas en 1990. Fue un artista venezolano de origen humilde. Para el año de 1930 se trasladó con su familia a Ciudad Bolívar, pero ocho años más tarde, comenzó a estudiar agricultura en Maracay.

Entre 1939 y 1945, ya en Caracas, asistió a cursos de pinturaescultura y vidriería en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas. Para 1943 ya impartía cursos de vitrales en esa misma Escuela y tras su graduación logró una beca para proseguir estudios en París, donde residió hasta 1948.

Artista polifacético, preocupado desde muy temprano por el color y los efectos de la luz. Otero contaba con conocimientos muy específico sobre la técnica del vitral, los cuales habían contribuido a desarrollar su mentalidad. Mantuvo siempre un fuerte inconformismo, frente a la pintura y el arte tradicional. Esta postura le llevó a fundar el principal grupo renovador del arte contemporáneo venezolano, el de los Disidentes.

Las primeras obras pictóricas de Otero revelan sus necesidades especulativas y su afán investigativo de la materia plástica. Su serie de 48 naturalezas muertas (Las Cafeteras), realizada entre 1949 y 1952, muestra al artista en busca de un lenguaje cuya economía de signos y ejecución replantea los presupuestos establecidos por la figuración, alineándose con el movimiento abstracto internacional.

En 1954 fue nombrado profesor de la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, institución en la que permanece dos años y donde inicia un proceso de renovación educativa. Entre 1955 y 1960 desarrolló una de sus principales series, Los Coloritmos. En ella Otero se aferró a su lenguaje constructivo, en el que el color adquiere pleno protagonismo.

A medida que avanzó, las composiciones se hicieron cada vez más densas, desbordando las preocupaciones iniciales (ritmo, vibración y movimiento), abriéndose hacia lo que el artista definió como «espacio-energía», la virtualidad creada a través de la reorganización del plano (por medio de la alternancia de bandas dispuestas paralelamente) conjuntada con otra dimensión espacial en la que el color introduce el ritmo estructural de la obra.

Con una selección de este trabajo, representó a Venezuela en la Bienal de Venecia de 1956 y también en la de San Paulo del año siguiente. En 1958 participó activamente en la reformulación conceptual de la Escuela de Artes Plásticas, reiniciando así su actividad docente.