Alejandro Otero nació en El Manteco, estado Bolívar, en 1921 y murió en Caracas en 1990. Fue un artista venezolano de origen humilde. Para el año de 1930 se trasladó con su familia a Ciudad Bolívar, pero ocho años más tarde, comenzó a estudiar agricultura en Maracay.
Entre 1939 y 1945, ya en Caracas, asistió a cursos de pintura, escultura y vidriería en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas. Para 1943 ya impartía cursos de vitrales en esa misma Escuela y tras su graduación logró una beca para proseguir estudios en París, donde residió hasta 1948.
Artista polifacético, preocupado desde muy temprano por el color y los efectos de la luz. Otero contaba con conocimientos muy específico sobre la técnica del vitral, los cuales habían contribuido a desarrollar su mentalidad. Mantuvo siempre un fuerte inconformismo, frente a la pintura y el arte tradicional. Esta postura le llevó a fundar el principal grupo renovador del arte contemporáneo venezolano, el de los Disidentes.
Las primeras obras pictóricas de Otero revelan sus necesidades especulativas y su afán investigativo de la materia plástica. Su serie de 48 naturalezas muertas (Las Cafeteras), realizada entre 1949 y 1952, muestra al artista en busca de un lenguaje cuya economía de signos y ejecución replantea los presupuestos establecidos por la figuración, alineándose con el movimiento abstracto internacional.
En 1954 fue nombrado profesor de la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, institución en la que permanece dos años y donde inicia un proceso de renovación educativa. Entre 1955 y 1960 desarrolló una de sus principales series, Los Coloritmos. En ella Otero se aferró a su lenguaje constructivo, en el que el color adquiere pleno protagonismo.
A medida que avanzó, las composiciones se hicieron cada vez más densas, desbordando las preocupaciones iniciales (ritmo, vibración y movimiento), abriéndose hacia lo que el artista definió como «espacio-energía», la virtualidad creada a través de la reorganización del plano (por medio de la alternancia de bandas dispuestas paralelamente) conjuntada con otra dimensión espacial en la que el color introduce el ritmo estructural de la obra.
Con una selección de este trabajo, representó a Venezuela en la Bienal de Venecia de 1956 y también en la de San Paulo del año siguiente. En 1958 participó activamente en la reformulación conceptual de la Escuela de Artes Plásticas, reiniciando así su actividad docente.