Carlos Cruz Diez, para el año de 195, contrajo matrimonio con Mirtha Delgado y durante ese tiempo trabajó como ilustrador para el diario El Nacional, en Caracas. Se cuestionó su propio trabajo dentro de la figuración y comenzó a interesarse por la fenomenología del color.
Es por eso que laboró en varios proyectos para murales en exteriores, en los que jugó con el color, la sombra y el reflejo. En 1955 realizó una exposición individual en el Museo de Bellas Artes de Caracas (MBA) bajo el título Carlos Cruz-Diez.
Durante un año, fijó su residencia en Masnou (Barcelona) y desde allí viajó a París y visitó a su compatriota Jesús Soto, que ese mismo año de 1955 participaba en la mítica exposición “Le Mouvement”, en la galería Denise René. En 1956 expuso en la galería Buchholz, en Madrid.
Para el año de 1957 regresó a Venezuela y fundó su propio taller de artes gráficas y diseño industrial. Se interesó por fenómenos de la percepción óptica y estudió las investigaciones que sobre el color habían desarrollado Isaac Newton, Johann Wolfgang von Goethe, Josef Albers, Piet Mondrian, Kasimir Malevich y otros.
Al año siguiente, se convirtió en director adjunto y profesor de la Escuela de Artes Plásticas de Caracas.
En 1960 efectuó una exposición individual en el Museo de Bellas Artes de Caracas, donde presentó por vez primera las Fisicromías.
Del catálogo de esta muestra son las siguientes reflexiones del artista: “Partiendo del proceso aditivo, he tomado el rojo y el verde como únicos colores primarios, el blanco como fuente de luz o color con más poder reflectivo y el negro como negación de la luz. Esta gama aplicada sobre un plano único produce una mezcla aditiva de colores que, en realidad, no han sido aplicados. Resulta, pues, un color virtual o subjetivo”.
Más tarde, se trasladó a París, donde fijó su residencia definitiva.