Considerado el precursor del arte cinético, el gran maestro Jesús Soto centró su búsqueda en el constante movimiento, lo que le llevó a desafiar las posibilidades perceptivas del ojo humano.
Con la intención siempre manifiesta de involucrar al espectador en sus obras, trabajó desde sus comienzos en la década de los años 1950 en los efectos dinámicos logrados a partir de diversos materiales bidimensionales superpuestos, hasta encontrar en sus inmensos penetrables la posibilidad de sumergir al público en una experiencia viva.
En 1947 el pintor y escultor venezolano finaliza sus estudios y es nombrado director de la Escuela de Artes Plásticas de Maracaibo. Tras presentar en el taller “Libre de Caracas”, que se convirtió en su primera exposición individual, reveló cierta afición por la geometrización de las formas y la influencia de Paul Cézanne.
En 1950 decide mudarse a París, donde comienza a incursionar en la repetición sistemática de unidades formales. A través de la utilización de plexiglás para superponer los elementos, realiza sus primeras obras compuestas.
Cinco años más tarde presenta junto a Yaacov Agam, Pol Bury, Alexander Calder, Marcel Duchamp, Jean Tinguely y Víctor Vasarely la exhibición “Le Mouvement” (El Movimiento) en la Galerie Denise René de París, marcando el punto de partida del arte cinético.
Con una permanente inquietud por relacionar los materiales con el espacio, desde 1958 comienza a realizar su conocida serie de “vibraciones”, compuestas por varillas metálicas suspendidas que interactúan con los distintos fondos.
Hacia 1967, sus muros vibrantes dejarán lugar a los penetrables que, sin conocer fronteras, llegan a ocupar hasta 400 metros cuadrados, Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris – 1969. En estas obras, apuesta a un concepto espacial de totalidad que requiere la translación del espectador para lograr una experiencia dinámica.
Llega la década de los años 70 y con ella el venezolano continúa con la línea de sus investigaciones plásticas. Incursionó con varillas en forma de “T” que entran en interacción con las líneas de sus fondos, inaugurando la serie de obras “Tes”. Durante las décadas del 80 y 90, Soto investigará también la ilusión del movimiento a partir del uso de cuadrados monocromáticos flotando sobre el espacio.
Entre la gran cantidad de reconocimientos que recibe en vida, el gobierno francés lo distingue en 1968 con la insignia Caballero de las Artes y las Letras. Por su parte, la UNESCO le otorga la medalla Picasso por considerar que su obra ha servido para acercar a los países del mundo.
En 2006 llega por primera vez a Buenos Aires la muestra “Jesús Rafael Soto. Visión en Movimiento”, que reúne en las Salas de Fundación Proa su más destacada selección de obras entre 1950 y 1999.